2009-02-22

Niñez o Muerte


De niño siempre viajaba a la finca de mi papá., y recuerdo que cuando el venía, llegaba montando un caballo inmenso que se llamaba Lucero: de hecho, todos sus caballos han tenido el mismo nombre. El hecho es, que ese señor vigoroso y en forma, - nada que ver en el viejito lindo y panzón que es hoy en día - llegaba con su camisa desabotonada y su sombrero de vaquero criollo, engalanado, elegante y yo, yo quería ser como él. Pero bueno, tendría solo cinco o seis años y no alcanzaba ni a treparme en una silla. Así que jodido como de costumbre. y para decir que monté en algo, me subí en un chivo, o un carnero, un animal de esos. Que fantástico se sienten los golpes cuando uno se los busca, la sangre que corre y el corazón que late y en tus manos dos peñones prestos a destrozar la cabeza de ese animal endemoniado que te deja tirado en el piso de piedras y mierda de vaca con tus uñas abiertas de par en par y un dolor ni el berraco que te hace doler hasta la más mínima neurona.

Bueno, mi mamá me vio, salió corriendo y en vez de curarme se rió de mi ventura, de mi aventura, de mi desgracia y de mis deditos.

Las vacaciones terminaron, regresé a la ciudad y el primer día de clases la maestra dijo, "¿Niños, que hicieron en vacaciones?" y yo conté que había montado en una de las bestias mas sensacionales que había visto en mi vida y que me había caído y golpeado mi orgullo, mi esperanza y mis ganas de querer seguir trepándome, que era necesario crecer para poder treparse en lo que no alcanzamos, que es necesario esperar el momento justo para trepar al caballo y que mi mamá es una juemadre burlona que no piensa en el dolor de su hijito chiquito. Como era de esperarse la maestra no me creyó mi historia. Todo lo contrario; me felicitó ante todos los niños diciendo que mi imaginación no tenia límites, que así debíamos ser todos los niños con esos pensamientos tan profundos sobre la vida y la miseria humana y esas cosas. La verdad, yo no le entendí, no tenía la menor idea de que hablaba. Supongo que no vio mis dedos hinchados envueltos en gasa e isodine.

Moraleja 1: No todo caballo es apto para treparse, no todo chivo es una alternativa.

Espera el turno del tiempo en tu vida.

Moraleja 2: Los adultos nunca saben de que hablan y siempre ignoran a los niños. Debemos volvernos niños y joder a los adultos.

¡Que viva la revolución!

Niñez... o muerte.



No hay comentarios: